Skip to main content

Las estaciones del año nos hablan de un ritmo propio de la naturaleza. Cada estación tiene su actividad particular, su color especial y sus sonidos característicos que van marcando la cadencia del paso del tiempo, señalando diferentes rutinas, según la cantidad de luz u oscuridad que cada una nos brinda. Así mismo, el trabajo de campo, el tipo de ocio, el cambio de la vegetación en el paisaje van marcando los ciclos de la naturaleza.

George Sand nos dice que “El otoño es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno.”

Quizás por esto, el otoño es conocido como la estación de la hermosa melancolía que  comienza a manifestar su llegada con el descenso de las temperaturas después de un caluroso verano. Por otra parte,  las hojas caen de los árboles y dan origen a un paisaje de color pardo y tostado que  nos invita a transitar un momento mágico donde la luz se transforma en oscuridad,  incitándonos a mirar en nuestro espacio interior para arropar el alma.

El otoño nos propone reflexionar acerca del paso del tiempo, el camino hacia la adultez, el paso de la vida y sobre todo, en relación al proceso del desapego,  simbolizado por la caída de las hojas de los árboles. El otoño se erige como  la estación del tránsito hacia el interior, hacia nuestro centro,  lo que se alcanza si nos damos pie a momentos de repliegue en los lugares recónditos de nuestra consciencia.

El paisaje otoñal, más silencioso que el de los meses precedentes, nos convida a recuperar la tranquilidad, esto significa aquietar el entorno que nos rodea y nuestra mente. De esta manera estamos abiertos a escuchar, vaciar la mente y nutrirnos para encontrar  paz,  reducir el estrés y las tensiones cotidianas que nacen una vez terminado el tiempo estival, cuando volvemos a la rutina y el ruido constante de la ciudad, al que estamos sometidos y nos exponemos día a día,  provoca en nuestro cerebro la activación del mecanismo de huida o lucha. Es decir, una reacción de estrés.

Estamos tan habituados al ruido que unos pocos minutos que nos empujen a un silencio interior parecen extraños e incómodos. Cuando el ruido es constante aumentan los niveles de cortisol, los niveles de glucosa en sangre, la presión arterial y se pueden desencadenar las temibles  consecuencias del estrés crónico. El ruido ambiental aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, en niños afecta a la capacidad de aprendizaje y comprensión. Por su parte, en los adultos puede provocar o empeorar la depresión, la ansiedad e incidir en la calidad del sueño. En la otra polaridad los beneficios de los espacios sin ruidos molestos son extremadamente favorables, así lo proponen los últimos estudios de la comunidad científica  que ha incrementado su indagación por saber cuál es la huella que dejan en el cerebro y en la salud en general los espacios que nos invitan al silencio.

La realidad es que el silencio no existe pero sí la posibilidad de disminuir el sonido ambiental al máximo, lo que permite descubrir otros sonido ocultos entre los cotidianos. Ejemplo de esto es la cámara anecoica  que absorbe casi la totalidad de los sonidos. En ella nuestro cerebro busca una fuente de sonido, no tolera el silencio absoluto  y entonces la encuentra en el propio organismo. Así, en estas cámaras es posible escuchar el sonido que hace la sangre al circular por el organismo y el que se genera por el envío de los impulsos nerviosos.

Los experimentos neurocientíficos con meditadores expertos, realizados con aparatos de imagen como la tomografía computarizada, donde se pueden ver las reacciones y funcionamiento de sus cerebros, han demostrado una mayor frecuencia de base de ondas alfa, relacionadas con los estados de calma y relajación (en contraste con las ondas beta, que son las que están mayoritariamente activas durante la vigilia

Teniendo estos datos, el rol del silencio trasciende las barreras de una herramienta de prevención o terapéutica y obtiene una magnitud  en los planos emocionales y espirituales, porque virtudes éticas como la empatía, la generosidad, el perdón o la gratitud son impensables sin la autoconsciencia que brinda una mente en calma, un cerebro tranquilo libre de «ruidos» externos.

Por eso la propuesta para ti este otoño es darte un espacio de silencio, en medio de la naturaleza, para reconectar con ella y con tu interior, acompasarse en el mismo ritmo para poder develar y registrar cuáles son los sonidos de la naturaleza que en  otoño te exhortan a reconocer tu mundo interior.

Referencias:

1.- Miliani, H. El Silencio es Salud: contaminación sonora. Revista argentina de psicopedagogía, ISSN 1514-5603, Nº. 61, 2007-2008.

2.-Morenne, B. Silence Emerges as a Way to Boost Health: Scientists, meditation advocates and product makers are discovering the physical and emotional benefits of turning down the noise. Wall Street Journal. 11 de marzo de 2021. Disponible en https://www.wsj.com/articles/silence-emerges-as-a-way-to-boost-health-11615478413. Fecha consulta 18 marzo de 2022 . Traducción autora.

3.- Gray, R. Cómo es el lugar más silencioso de la Tierra. BBC News. 16 junio 2017. Disponible en https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-40181635. Fecha consulta 19 de marzo de 2022.

#sonoterapia, #silencio, #mundointerior, #terapiasalternativas, #salud, #estres, #ansiedad, #insomnio, #estadomeditativo, #reconexión #reflexión, #pasodeltiempo, #ciclosdelavida, #otoño,

 

Leave a Reply