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La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, en su artículo 31 y en la Observación N° 17, declara el juego como un derecho inalienable. Los Estados firmantes reconocen el juego como un derecho fundamental, además de necesario para el ejercicio de otros derechos que le son inherentes.

Por lo anterior, se puede afirmar que el  juego es inherente y transversal en la vida humana, y por ello, es  considerado como una actividad natural y vital como lo pueden ser la meditación o las actividades cotidianas como comer o dormir. Cuando somos niños es cuando más cercanos estamos a él de manera consciente y lo experimentamos con ritmo y armonía que van al ritmo del eterno presente que este nos otorga. Cuando habitamos nuestra infancia y jugamos, sabemos que lo hacemos, experimentamos un mundo que trasciende de lo habitual y experimentamos una emoción casi sagrada, esto es porque el juego nos mantiene en el presente

Por ello la naturaleza lúdica se transforma en la fuente de acción más sublime. En el juego las ideas de rito y magia están siempre presente y quizás, por ello,  nos encontramos totalmente conectados mientras jugamos, de manera más directa a la divinidad.

El juego se juega  en un lugar consagrado, es decir destinado especialmente para este fin. Por ello,  la forma en que se manifiesta el espacio de un juego, tiene mucha importancia porque nos habla de ritos y de una predisposición específica para practicarlo, por esto no difiere en ninguna cosa si el espacio que se ocupa es para un fin santo o profano:  Ell lugar señalado en la calle para un luche o juego infantil en las plazas, el tablero de ajedrez, damas o ludo, no difieren del lugar sacro de un templo o de un círculo mágico, tienen las mismas reglas y las personas que acuden a estos lugares para una finalidad religiosa o lúdica tienen la misma disposición: Acudir a la celebración de un rito sagrado que de alguna manera te conecta con la divinidad.

El juego es un fenómeno que se produce y se comprende en un tiempo específico, atendiendo a signos,  por ello su carácter sagrado, porque sale de la cotidianeidad, se manifiesta siempre como una realidad de un orden totalmente diferente al de las realidades “naturales”. El juego nos invita a la experiencia, la espontaneidad, la libertad y la voluntariedad de querer participar en él. Así mismo,  nos trae al tiempo presente, que es el momento en el cual nosotros podemos manifestar nuestra divinidad creando la realidad que queremos vivir soltando las ataduras de un pasado o las expectativas de un futuro.

Huizinga, en su libro Homo Ludens concibe el juego como una experiencia pero no comprendido como “me pasa esto” sino como una  superación del pensamiento, apostando por el sentimiento, pasa el juego directamente por el corazón, por el sentir, una propuesta totalmente novedosa porque no es guiado por el pensamiento sino por el sentimiento y, esto hace que la experiencia del juego o la experiencia lúdica genere una huella profunda diferente en cada uno y esto puede ser compartido y te das cuenta que como te afecta o como tú te sientes con esta experiencia es diferente siempre.

En consecuencia, en torno a una persona que juega pasan muchos fenómenos y procesos distintos, por un lado la experiencia lúdica invita a la auto regulación ya que del deseo personal o individual de jugar pasamos a construir un proyecto colectivo y, por otro lado, del disfrute que este ocasiona invitándonos a valorar la vida desde otra perspectiva, donde las pulsiones y el sistema de relaciones que se entretejen a partir del  juego nos devuelve al contacto con lo divino y al desarrollo de la espiritualidad, tal como lo plantea Don Bosco porque en términos espirituales, el juego lleva a una persona dentro del flujo de la vida, que muchas tradiciones religiosas llaman «espíritu»  En conclusión, aquellos que juegan se liberan del pasado y del futuro por un tiempo para simplemente estar en el momento presente. La espiritualidad reconoce el momento presente como el espacio sagrado donde el significado se despliega y así el juego es sagrado y un camino privilegiado en el misterio de cada vida.

¿Estás dispuesto a hacer de tu vida un juego para trascender en ella con goce y conexión con lo divino? En otras palabras: ¿Estás dispuesto a vivir tu vida en un eterno presente y cocrear tu realidad?

Un abrazo de Luz.

MAIA

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