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La historia de los besos se remite a los pueblos semitas, descendientes de Sem, hijo mayor de Noé, entre ellos Aram, Asiria, Babilonia, Siria, Canaán, Fenicia y los hebreos. En estos pueblos el ósculo era un gesto común entre pares y, según la parte del cuerpo en el cual se posaba indicaba diferentes funciones. Por ejemplo, en la mejilla expresaba amistad, en la mano sujeción o dominio y, en los labios expresaba fervor.

El acontecimiento de apretar los labios en una zona determinada del cuerpo de alguien o algo es una manifestación social de nuestra cultura, a este suceso le otorgamos determinados significados pero principalmente los besos tienen asignado un cometido en la exteriorización de los afectos como puede ser la amistad y el respeto pero están, especialmente, vinculados al amor. Desde el punto de vista biológico los labios cuentas son un punto sensitivo en los diferentes seres vivos y ayudan a reconocer el medio en el cual se mueven y nos movemos, nos ayudan a emitir sonidos y como instrumentos de succión.

Una de las primeras acciones que realizamos al nacer es libar, maniobra que es considerada un reflejo primitivo y que nos garantiza la supervivencia. Sin embargo, cada área geográfica tiene sus códigos vinculados al acto de besar, el antropólogo Malinowsky nos relata acerca de las costumbres de un pueblo en los atolones de coral al oriente de la costa de la isla de nueva guinea que no sabían besar y al iniciar el acto íntimo, los labios estaban siempre activos, incorporaban su lengua y  terminaban mordiéndose los labios hasta sangrar, concluyendo que el besarse era una etapa de la sexualidad, de larga duración, que precedía la unión de los cuerpos.

Por lo anterior, es importante mencionar que algunos investigadores están de acuerdo que el beso asociado a la práctica sexual se inició en India para expandirse a Europa gracias a  las invasiones de Alejandro Magno. Por esto, no debe de extrañar que en el kamasutra se mencionen y clasifiquen más de una treintena de tipos de besos y que sean otorgados en diferentes partes del cuerpo, siendo mutuos entre la pareja, aunque algunos sean  calificados como exclusivamente masculinos y otros femeninos.

Al empezar a besar, se observa, oye, huele, toca y saborea a quién nos acompaña, ocupamos nuestros cinco sentidos que se expanden a los mensajes que emite nuestro cerebro hasta los músculos para efectuar la acción, además de impulsar nuestras neuronas a través de miles de impulsos que las comunican con nuestro sistema nervioso central,  generando un estado de bienestar en todos los órganos y células de nuestro cuerpo que pueden asociarse a un concierto o cóctel entre el sistema circulatorio,  la musculatura y las hormonas que genera muchas conexiones neuronales ya que los labios están conformados por filamentos musculares combinados con tejidos flexibles prolíficos en nervios.

Lo anterior, ayuda a percibir los besos como algo eléctrico donde coopera la hipersensibilidad de los labios, las corrientes eléctricas que descarga el cerebro al mover los músculos faciales y, el papel que juega la lengua, oculta tras los labios que están en nuestro caso, siempre visibles. El besar estimula las endorfinas, así como el amamantar en los bebés. Esto nos lleva a asociar el hecho de nutrirnos a besos y como en nuestra cultura hemos, quizás, cambiado este bello acto con el cual se manifiesta amor por otros comportamientos orales más nocivos como hablar demasiado, que nos hace desconectarnos del silencio, comer en exceso o incluso llevar a nuestros labios un cigarrillo que atenta por las sustancias que lo componen contra nuestra vida. Todo lo anterior, nos habla de consumirnos, de llevar a nuestra boca lo que quizás nos falta, sin ser conscientes, y es lo que se ve simbolizado en los besos como muestra de cariño y amor.

Un experimento con bebés prematuros, nos habla de la importancia emocional que tiene el tacto, demostrando que si éstos eran abrazados y mimados más veces en el día, crecían en mejores condiciones que aquellos que no recibían el estímulo del tacto y por lo tanto, carecían de este mensaje emocional, que puede ser de conexión con la vida como ha demostrado la ciencia actual proporcionando múltiples beneficios para la salud y para la calidad de vida, confirmando el poder curativo que le otorgaban los besos, que nos habla de nuestro apego y la demanda de sentirnos cercanos a alguien o algo que emana de nuestra desconexión con la fuente. Los besos nacieron para recordarnos que si estamos dispuestos a experimentarlos tenemos la unión con algo mayor que es la fuente divina ya que nos hacen vibrar en el placer y el gozo de esta existencia.

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