Mañana, martes 21 de Junio de 2022 viviremos, en el hemisferio sur, el día de menos luz en el horizonte y la noche mas larga. Esta noche a las 5:14 a.m, unos momentos antes del amanecer, se producirá el fenómeno astronómico llamado “solsticio”, que indica el inicio de la estación del invierno para los países que se encuentran al sur de la Línea del Ecuador. En ese momento el Sol estará en su posición máxima hacia el nortede la Línea del Ecuador. Lo anterior implica destacar que las estaciones del año están conectadas al ángulo con el cuál se recibe el sol en la superficie de la tierra y, que en nuestro caso en esta época, el ángulo es muy bajo en comparación al verano donde recibimos el sol casi de manera perpendicular al mediodía.
Desde tiempos antiguos, las civilizaciones o culturas primitivas en su contacto con la naturaleza y los ciclos de esta y de la propia vida, descubrieron la importancia e incidencia que tenía el sol, por ello, en casi todas ellas el sol se constituía como parte importante de sus rituales y ceremonias, formando parte del culto, incluso el propio cristianismo tiene muchas conmemoraciones vinculadas al calendario solar y lunar.
Para los romanos esta fecha simbolizaba el sol invictus; la celebración, el triunfo, el regreso de esta estrella a la faz de la tierra e implicaba el renacer del sol no conquistado que se interpretaba como el triunfo de la luz sobre las tinieblas y, en consecuencia, los días comenzaban a ser “más largos” porque la luz del sol se iba extendiendo cada día un poco más.
Por lo anterior, es posible establecer una comparación entre el renacimiento, que va implícito en la idea del sol invicto de los romanos y el inicio de una cosa nueva que, por definición, implica el comienzo o la entrada en algo, y en este caso, en términos simbólicos nos puede hablar de la regeneración del Ser, no sólo en términos de la materia sino también en el plano espiritual. El solsticio de invierno, estaría representando la trascendencia del espíritu, del alma más allá de lo condicionado y fragmentario, actuando como una propuesta para volver a la unidad fundamental. Es decir, después de alcanzar la noche oscura del alma, en su máxima penumbra, renacemos con una noción y comprensión de la unidad y el amor desde una perspectiva mayor, comenzando, iniciando por medio de nuestra alma, a brillar cada vez más, haciendo expansiva y multiplicadora nuestra luz en nuestro camino.
Así, es difícil hablar en particular del solsticio de invierno separándolo del de verano porque están eternamente unidos ya que representan la dualidad de nuestra tercera dimensión pero son las dos caras de una misma moneda y por tanto, constituyen una unidad que es necesaria para comprender la profunda dimensión de cada uno de ellos. Por eso, la celebración de la Navidad y de la noche de San Juan, originarias en el hemisferio norte, se producen cuatro días antes del solsticio de invierno y verano, respectivamente, lo que nos puede ayudar a concluir que son muy antiguas y, quizás, eran originariamente coincidentes con los solsticios y con la cosmovisión de los pueblos de la antigüedad. En el caso particular de nuestro hemisferio, el solsticio de invierno se produce cuatro día antes de la fiesta de San Juan y el de verano, cuatro días antes de la Navidad.
Lo anterior nos indica que los pueblos primitivos desde antaño descubrieron y fijaron puntos en el tiempo donde establecieron celebraciones, creando de esta manera sus calendarios rituales. En estos encuentros marcados por las estaciones del año, como el solsticio, entraban en comunión con la divinidad, de una forma especial, olvidando su contexto y circunstancias, trayendo al presente el tiempo del origen cuando se “regían por las leyes del cielo”, viviendo el aquí y el ahora, despojándose de todo velo, presentándose en su humanidad dispuestos al encuentro con el Todo.
Pero para poder lograr esta profunda conexión se establecieron puntos significativos donde se efectuaban las festividades, sacralizándose y erigiendo en su lugar templos o ciudades que van en concordancia con el devenir de las estaciones y los puntos cardinales, ejemplo de ello es cromlech de Stonhenge, antiguo templo ceremonial, famoso por sus las celebraciones solsticiales, entre otros motivos, ubicado al sur de Inglaterra y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el año 1986, donde además de estar unido a religiones ancestrales, rituales funerarios, mitos druídicos e incluso a la leyenda artúrica ha sido investigado vinculado a criterios astronómicos, por ende vinculado a nuestro tema de hoy, los solsticios.
Para Gerald Stanley Hawkins (1928-2003) arqueoastrónomo, se refiere a Stonehenge como una gran máquina calculadora astronómica neolítica. En un artículo publicado en 1963, constata por medio de análisis estadísticos realizados por “el computador de la época” (IBM 7090) la presencia de alineaciones premeditadas solares y lunares, donde se incluía la predicción de eclipses.
Por ello, no cabe duda que el monumento central de Stonehenge está y fue construido con una orientación determinada, asociada a tos solsticios. Lo cual indica unos conocimientos inigualables vinculados a los ciclos del año. Si bien la época megalítica es una etapa de la infancia humana nos enseña que a pesar de las supersticiones con las cuáles explicaban el mundo, que superaba al conocimiento que tenemos hoy, pero eran hombres conectados con ellos mismos y con el cielo porque realizaron observaciones tan minuciosas para establecer periodicidades. La vida contemporánea en las ciudades, con una gran contaminación lumínica nos aleja de esta visión del cielo, por eso este solsticio marca sólo la entrada “oficial” al invierno boreal, hemos conquistado confort y bienestar olvidándonos de mirar al cielo que nos cobija y nos brinda una función sin igual.
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Si quieres leer más acerca de Stonehenge te recomiendo que revises el siguiente artículo de investigación:
https://www.researchgate.net/publication/47901088_Arqueoastronomia_Stonehenge