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Muchas veces cuando visité la costa de pequeña encontraba conchas, mi abuela me dijo una vez que a través de ellas podía escuchar el sonido del mar, incluso si me encontraba lejos de él. Durante mucho tiempo, en cada una de mis visitas a la playa, buscaba la caracola perfecta para comprobar las palabras escuchadas en la infancia.

La verdad es que encontré varios caparazones que permitían oír el vaivén de las olas, al acercarlas al oído, las llevaba a casa y el fin del mágico encuentro con el sonido terminaba cuando aparecían de cenicero. Sin embargo, nunca encontré una caracola, que por aquél entonces incluso tenían una canción que cantaban mis hermanos y llevaba mi nombre asociado a una de ellas.

Existen dos significados asociados a estos moluscos que tuvieron diferentes usos en las culturas primitivas y otras, no tanto, pero su principal sentido está asociado al agua primitiva, predecesora de la tierra y de todas las formas de vida, por ello vinculada a la fertilidad y poseen un segundo interés asociado a la música, ya que sus conchas se usaron para fabricar instrumentos antecesores a las trompetas.

Este último punto nos remite al sonido emitido por ellas, el que buscaba en ellas cuando niña. Éste se crea por la vibración de “algo” en un medio, en este caso el aire o el agua. Así, al contactar las moléculas de aire con un objeto, se producen ondas que, al entrar en contacto con nuestro tímpano, lo hacen vibrar. Por ello, en el caso de las caracolas cualquier onda de sonido que se produzca a su alrededor, ya sea alguien hablando, un automóvil o el sonido de los árboles contribuyen a originar sonido en su interior, el que nosotros identificamos con el sonido del mar cuando acercamos a una de ella a nuestros oídos. Esto ocurre por la llamada resonancia.

En consideración de lo anterior, como el sonido exterior es fluctuante, las ondas vibratorias que “tocan” a la caracola es parecido a las olas del mar con su ir y venir en dirección a la orilla.

Desde tiempos antiguos, el uso de los caparazones tuvo empleo por los pueblos aborígenes, ya sea como instrumentos musicales u objetos sonoros, con propósitos meditativos o con intenciones comunicativas. En nuestra época forman parte del sistema de algunas creencias africanas o son el símbolo de dioses de diferentes mitologías, incluso la creencia popular las identifica como un componente que atrae a la buena suerte.

En concreto, la caracola evoca a la fuente de lo anterior al ser humano. En efecto, monjes tibetanos, hindúes y maoríes la utilizan en sus rituales sagrados, llenándolas de aire para rememorar el origen y las intenciones de la divinidad. También es enterrada por los practicantes de yoga en sus jornadas mortuorias.

Además, la forma de la caracola está asociada con la geometría sagrada conocida también como geometría divina y que corresponde a una secuencia de representaciones geométricas que configuran las fracciones de la totalidad existente en la naturaleza.

La geometría sagrada fue estudiada por los hombres del mundo antiguo en valores numéricos y simbólicos, que se plantean, hasta el día de hoy, como la raíz de la génesis de todo lo creado y que han sido utilizados en diferentes disciplinas como el arte, la arquitectura y muchas otras. En el caso particular de la caracola, representa un espiral, es presentada como la serie de Fibonacci que corresponde a la sucesión infinita de números naturales y que hace alusión a la proporción áurea o la divina proporción que está presente en todo lo creado y nos ofrece un orden del mundo frente al caos.

En la espiral hay un diseño de movimiento que se repite en la invención del plano de la materia, su manifestación evidencia una fuerza de acción y la necesidad de contener lo disperso, nos habla de un fenómeno único que es entender la espiral como fuente de energía cósmica y germen de todo la concebido, de nuestra unicidad con lo divino. Se relacionan, especialmente con el espiral, los lazos y las serpientes, pudiendo representar una serpiente enroscada como símbolo de sabiduría y eternidad. Con este razonamiento se puede identificar la espiral con la serpiente y la energía kundalini del tantrismo.

Así mismo, puede ser la representación de fenómenos atmosféricos, vinculados al aire,  particularmente el huracán que suscita las funciones creadoras y destructoras del cosmos. De esta manera puede personificar el aliento y el espíritu raíz,  por su sentido de invención y movimiento continuo, en ascendencia, por ello fue detentado en cetro de faraones romanos, en el lituus de los etruscos, que es un instrumento de viento-metal de timbre agudo, que más tarde fue usado como trompeta en ritos funerarios, en el báculo de augures y en algunos de la actualidad.

Desde otra óptica, la espiral por el movimiento que tiene, está ligada al baile, de esta manera muchas danzas primitivas de carácter sagrado tienen su origen en el movimiento del espiral. Ejemplo de ello es la danza del cosmos sufí, la finalidad de ellas es alcanzar el éxtasis y eludir la materia para alcanzar otras dimensiones más sutiles, con esta explicación la espiral supera la rueda de la vida y se erige como una llamada para introducirnos al interior del Universo, a sumergirnos en las profundas aguas de nuestra intimidad para conectar con la Divinidad

Entonces si nos acercamos una caracola al oído y, escuchamos su sonido o nos conectamos con su movimiento, nos enlazamos con todo el Cosmos y su energía creadora. Escuchamos conscientemente a la divinidad y nos movemos a su ritmo. Así, de la manera más sencilla y natural recordamos que ella está en todas partes y sólo está en nosotros rememorar que somos parte de ella.

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