En esta dimensión terrestre que habitamos, donde estamos encarnados, nuestro cuerpo es una realidad tangible que nos acompaña y ayuda a vivir en la cotidianeidad de la experiencia humana. Así mismo, nos otorga una identidad propia y particular ante nosotros mismos y frente al mundo.
Si tenemos en consideración el primer principio de la termodinámica que dicta “la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma”, nosotros somos energía que está en constante cambio y, en consecuencia, nuestra corporalidad está compuesta de diferentes cuerpos energéticos.
La corporalidad apunta a mi ser en el mundo, fue el filósofo Maurice Merleau-Ponty quién a mediados del siglo XX, desde una mirada fenomenológica, se aleja de la idea racionalista que separa mente y cuerpo, mostrándonos la corporeidad desde una perspectiva distinta proponiendo que la noción del cuerpo es “ser nosotros”. Pero ¿qué significa esto? Ya que darnos cuenta de nuestro ser como una totalidad no es una tarea sencilla.
A pesar de la propuesta filosófica anterior, es importante exponer que la noción de corporeidad, que es como nosotros somos como seres en este mundo, no basta entenderlo desde el plano de la intelectualidad, sino que es necesario experimentarlo. Lo sugerido es complejo porque desde el punto de vista histórico el cuerpo es percibido como algo ajeno a nosotros, como una armadura que recubre nuestra esencia y por lo cual, al ser coraza, está insensible, no estamos acostumbrados a sentirlo. Si a esto sumamos los tabúes generados por una cultura cristiano occidental, marcada por la influencia religiosa en torno al cuerpo, la dificultad para conectar con este órgano sensible y que nos acompaña en este viaje llamado vida, resulta sumamente difícil ya que toda experiencia en torno a él es vista como algo impropio.
La situación que nos despierta y da lucidez en torno al lenguaje de nuestro cuerpo es lo que llamamos enfermedad. Con su presencia advertimos que somos frágiles y percibimos que, más que moradores del cuerpo también somos él. La manifestación de la llamada enfermedad viene a sacarnos de la rutina cotidiana, si somos sanos, y nos impulsa un sinfín de emociones y malestares físicos. En consecuencia, nuestros pensamientos cambian, constatamos que estamos vivos en este plano, que convivimos con la muerte de una manera mas presente y, muchas veces, se acude a la espiritualidad desde una óptica distinta.
De esta manera se nos devela que somos Uno con la Universalidad, que somos un universo totalizador, donde todos somos uno en nuestra diversidad produciéndose un contrasentido: Cuando el cuerpo está punto de disgregarse, nos damos cuenta de la Unión y comprendemos que sólo somos energía y sólo estamos transformando nuestra conciencia o estado de ella para surcar por diferentes planos y dimensiones ya que sólo hemos transformado nuestra energía.
Te propongo acariciar tu cuerpo para sensibilizarlo y tomar conciencia de él de una manera más amorosa.
Un Abrazo de Luz.
MAIA
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