La importancia de la voz es innegable, cotidianamente la utilizamos para comunicarnos, pero también nos sirve para cantar. Es el primer instrumento con el que nacemos todos los seres humanos, aunque, quizás a muchos, nos da vergüenza o no nos atrevemos usarlo para canturrear, salmodiar o incluso tararear, porque en nuestra infancia nos etiquetaron como “desafinados”, nos dijeron que “podíamos romper vidrios” o probablemente en el colegio nos encasillaron en el grupo que no teníamos buena voz.
Al igual que ocurre con la huella dactilar, no hay dos voces iguales, cada una es única, cada una posee su tinte, tono y entonación particular, que vienen dados por el contexto en el cuál nacemos, por las características propias de nuestra anatomía y por cómo nuestra alma se expresa a través de ella.
La voz como instrumento no corresponde a un tipo, sino a dos: uno de viento y uno de cuerda, donde el aparato respirador de nuestro cuerpo corresponde al instrumento de viento y donde, los elementos articuladores, entre ellos las cuerdas vocales, le otorgan su componente más característico: el timbre.
La voz humana es la manera en la cual damos a conocer lo que pensamos y revelamos nuestras emociones. A medida que vamos madurando, la vamos desarrollando y descubriendo sus aptitudes en la medida que nos conectamos con el mundo que nos rodeo y se va presentando la necesidad de darle un nombre.
En el proceso de sociabilización el hombre se expresa por medio de la voz para dar a conocer sus puntos de vista, para ser escuchado y afirmar su identidad, aunque comúnmente ocultamos lo que sentimos al expresarlo y por esto, se produce una fragmentación entre lo que se siente y lo que se expresa, por causa de como nos enseñaron a manifestar las emociones, más bien a ocultarlas, porque se le da privilegio al pensamiento y a la expresión de éste. En este punto se producen las inconsistencias que se manifiestan cuando hablamos por las diferencias entre nuestro sentir y nuestro pensar, que al no estar alineados se producen hábitos que amurallan la expresión de la voz y por ende, del Ser, empobreciendo la importancia de la voz y no ocupándola de manera saludable, encasillándola en nuestros condicionamientos o creencias limitantes.
Sin ir más lejos, es posible tener una muy buena idea o intención que dar a conocer a otros pero la voz muchas veces puede no acompañar estas situaciones, ya que puede ser considerada poco atractiva, audible o insegura. Entonces se hace necesario observar o investigar por qué se produce esta situación. Los temas que normalmente surgen son la baja autoestima, timidez, etc. Pero será la historia personal y la influencia que esta tiene en la configuración de la personalidad la que nos da la pauta principal (dejando de lado algún tema fisio -bilógico)
El uso de la voz, específicamente del canto, ha sido utilizado desde las civilizaciones de la antigüedad cuando lo utilizan e incluyen como un componente más, con finalidad sagrada-curativa, en los rituales de conexión con la divinidad o en los de curación. Platón y Aristóteles, como vimos en un poste anterior, hablan de la importancia de la música para los miembros de la polis, heredada su posición de Pìtágoras, quién utilizaba la música para el tratamiento de enfermedades calificadas como mentales.
Por medio del canto se manifiestan nuestros diferentes estados psicológicos, se puede apreciar el mismo efecto reflejo en la música que escuchamos. Austin plantea que cuando las personas involucradas lo realizan logran manifestar sentimientos y emociones los cuáles no pueden ser expresados en palabras. Además, recordando su carácter ritual-sagrado primitivo se observa que la persona que lo practica o escucha puede llegar a una desconexión con la realidad, de la cotidianeidad entrando en estados de trance, perdiendo cualquier inhibición que pudiera surgir, para lograr expresarse libremente y sin tabúes. Es decir, dar la posibilidad a la manifestación libre y plena de su alma por medio del instrumento que todos poseemos y, que es propio, particular de cada uno, permitiendo una manifestación total del Ser.
Cuando cantamos debemos ser capaces, al igual que cuando meditamos, estar conscientes de nuestra respiración, se debe sentir entrar el aire a nuestro cuerpo y luego percibir como asciende, especialmente como hace que nuestras cuerdas vocales se fundan con el para que al hacer el contacto, en este punto debemos ser capaces de percatarnos como desde nuestro interior emerge hacia el exterior un cúmulo de emociones manifestadas . Cantar más que comunicar de una manera automática es reflejo de nuestro sentir interno, no es sólo la emisión de un mensaje, sino nos habla de la forma de transmitirlo y ese traspaso nos remite a como está la comunión de nuestro yo con el alma.
Referencias:
1.- FREUD, S. Más allá del principio del placer. 4ª Edición, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981.
2.- HARAHAN, W. El Poder de la Voz. Herramientas de interpretación para cantantes, oradores, públicos y comunicadores. Vocal Integration Concepts. U.S.A 2005
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