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Todos somos canal aunque nos cueste darnos cuenta de ello porque nuestra mente está saturada con pensamientos, a veces, poco saludables o tóxicos, que nos hacen olvidar que por sólo el simple hecho de habitar nuestro cuerpo, en nuestro campo físico, mental, emocional y espiritual ya estamos recibiendo y emitiendo energía.

La actitud de cuestionar nuestra capacidad de canalizar viene dada por la forma en la cual nosotros nos validamos, por lo general, a través del mundo exterior y, unido a nuestra creencia, un tanto infantil, que el acto de canalizar está asociado a la suposición que tenemos que “oír” voces exteriores a nosotros que nos transmiten mensajes o, que debemos ver, literalmente, para confirmar que estamos en contacto con otras dimensiones. Claro, canalizar tiene algo de esto pero no es la única manera, cada uno de nosotros tiene diferentes dones y talentos, potenciales diferentes, es en base a ellos como cada uno puede despertar o descubrir su modo de canalizar, para ello debemos estar dispuestos a sentir todo lo que ocurre en nuestro entorno y, en nuestro interior, porque sentir, es estar anclado al presente y por ende estar consciente de nuestra conexión

Ser canal es ser puente, un puente tiene la función de unir un punto con otro, así entendido es símbolo de maestros que van uniendo en horizontalidad constructiva los caminos por los cuáles se puede progresar, regresar e incluso retroceder. Pero, así como esto ocurre en el plano horizontal, también ocurre en su eje vertical.

Las dos dimensiones que representan cada una de las orillas que une un puente pueden ser por un lado la tierra y por otro, el cielo, así ser canal o puente equivale a que cada uno puede unir estas dimensiones, ser pilar fundador, ser el eje del mundo. Para atravesar el puente y para convertirse en él es necesario recorrer este último de un extremo a otro, lo que nos lleva a entender el dominio de la sensible para acceder a lo suprasensible, para pasar del estado humano al estado divino.

Por ello, cruzar un puente puede ser considerado iniciático y por ende, no exento de temores, pero el atravesarlo se refiere al puente en su doble sentido horizontal-material y vertical- espiritual. Cuando nosotros nos encontramos en medio del cruce de éste somos partícipes, por la posición que ocupamos, de todas las direcciones del espacio y estamos en plena conexión entre el mundo material y espiritual. Es en este cruce que el presente que vivimos en un espacio y  tiempo determinados, se hacen eternos. Es en este encuentro del hombre (lo horizontal) con la divinidad (lo vertical) que establecemos un punto de conexión con conocimiento, liberados de la existencia condicionada y podemos movernos con nuestra voluntad entre los distintos mundos, ir de un punto a otro, transformándonos en puente o canal.

La identificación del ser con el eje nos lleva al dominio que podemos alcanzar de la máxima manifestación, llevar la tierra al cielo por medio de nuestra función de canal. Cruzando el puente, en su horizontalidad y verticalidad reorganizamos todos nuestros saberes y sentires bajo una nueva premisa que da origen a luminosas explosiones de sabiduría, creatividad y amorosidad, evidenciando de esta manera, de forma clara , bella y funcional nuestra naturaleza divina.

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