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Desde el siglo IV a.C hasta Posidonio de Apamea en el siglo I A.C, se refieren a los Druidas como filósofos o teólogos, los persas se refieren a ellos como magos, incluso existía la duda si sus conocimientos eran más avanzados que los pueblos que hablan de ellos. En las tierras del mediterráneo oriental se referían a ellos como adivinos porque veían mejor y percibían los sucesos futuros, pasando a ser conocidos como los poseedores de la sabiduría del roble. La palabra druida, según plantean Plinio el Viejo y Estrabón, tiene su origen en el mundo griego al indicar que está emparentado con la palabra “Drus” que significa Roble. Sin embargo, existen otras teorías al respecto que plantean el origen celta o indoerupeo de la misma palabra.

Los Druidas creían en la reencarnación y la transmigración de las almas, estudiaban el universo y los números, al igual que los pitagóricos (los estudiosos de la escuela de Pitágoras). Las Druidas elaboraron un calendario basado en el Sol y la Luna. Su sabiduría estaba avalada por todos los miembros de su tribu que tenían como dedicación principal la guerra, por ello debían ser respetados y escuchados en todas las decisiones comunitarias. Hacia el siglo II a.C. Los Druidas estaban asociados, se reunían en el centro de la Galia, en tierra de los Carnutos, cercano a la actual Orleans, en el denominado, por César, Concilium Galliarum donde elegían a un Gran Druida que los dirigía hasta su muerte. En el las diferentes tribus celtas se comprometían a respetar sus decisiones y la justicia que allí se impartía. Por lo anterior, los reyes no podían actuar sin su consentimiento o consejo.

Esto nos habla de su sentido de responsabilidad individual y colectivo de un sistema social claramente establecido. Si bien existían el rey y su consejero Druida, bajo ellos existían dos grupos privilegiados, la sacerdotal y la aristocrática – guerrera, ninguna teniendo una clara preeminencia sobre otra, cumplían funciones igualmente importantes en la estructura céltica. Los druidas eran hombres o mujeres que cumplían funciones relacionadas con la religión, la medicina, la educación y la justicia. Eran considerados sabios por los miembros del grupo al cual pertenecían y bajo ellos se encontraban el resto de los habitantes de las aldeas, quienes eran campesinos y artesanos.

Los lugares donde se reunían los Druidas, como en el caso anterior, se ubicaban principalmente en los bosques y adquirían el rango de Santuarios tal como lo indica la etimología, de origen indoeuropea, nemeton que se lleva implícita en el nombre de cada uno de los lugares de reunión y que, según Frazer, es similar a la palabra latina nemus que indica un bosque abierto. Los nombres de los santuarios, entre otros son: Drunemeton fue el santuario y centro de reunión de los Gálatas, Nemetobriga en la actual Galicia, Nemetodurum en Nanterre y, en territorio británico Vernemeton en Nottinghamshire y, por último Medionemeton en el sur de Escocia.

 Según Diodoro y Estrabón las funciones religiosas estaban realizadas por Druidas, Vardos y Vates, ambos autores coinciden que los últimos cumplen funciones adivinatorias, de sacrificios de animales e interpretación de la naturaleza, los segundos se dedican al canto y la poesía y, los primeros, se dedican al estudio de la naturaleza y la religión. Por su parte, Julio César los engloba a todos en un mismo grupo proponiendo que los Druidas se dedicaban a la religión, la impartición de justicia y la enseñanza. Esta visión de César, probablemente, se produce por la romanización que comienzan a sufrir lo que cambia las costumbres de la aristocracia y debilita las creencias de estos grupos célticos, incluida la confianza en los Druídas y su sabiduría.

Continuamos el próximo lunes.

Un Abrazo de Luz.

MAIA

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