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Hoy 29 de Junio se celebra la festividad San Pedro y San Pablo, sucesores de Jesús quiénes son conocidos como los primeros Papas de la Iglesia Cristiana. Simón, luego llamado Pedro, nació en Betsaida, Galilea, y fue crucificado, entre los años 64 – 67 a.C y, Saulo de Tarso luego conocido como Pablo nació en Cilicia hacia el año 8 de la Era Cristiana. Cada uno de ellos posee historia de vida y personalidades diferentes donde el encuentro con Jesús marcó el resto de sus vidas para siempre.

El primero de ellos, Pedro, quién se unió como seguidor de Jesús en las primeras predicaciones de éste, junto con otros pescadores de Galilea. Según algunos biógrafos es impulsivo, generoso y sencillo, con personalidad fuerte lo cual lleva a que sea el portavoz del grupo y muy cercano a Jesús, ya que participa junto a Santiago y Juan de encuentros profundos con Jesús donde el resto e los discípulos quedaban marginados.  En el momento en que Jesús les pregunta a los discípulos ¿Quién es Él para ellos? Simón responde «Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo») y en ese momento Jesús le indica que su respuesta ha sido revelada por el Padre, llamándolo Pedro, que significa piedra, sobre la cuál declara que edificará su Iglesia. (Mat. 16, 16-19).

Pedro o Kefa(s) en arameo, en los labios de Jesús toma una importancia especial, no debe considerarse un nombre propio más, sino que tiene una importancia más allá ya que es posteriormente traducido al griego, situación que no era común en los nombres propios de la época. El nombre Kefa se afianza y desplaza al de Simón, tanto así que San Pablo nombra en la cotidianeidad a Pedro como Kefas, lo que sin duda era, probablemente, como lo llamaban en las primeras comunidades cristianas, aunque en los evangelios aún no se da este cambio en el nombre, ya que también mencionan el nombre de Simón al referirse a Pedro.

Por su parte, Saulo o Pablo de Tarso, fariseo ortodoxo con influencia griega, por lo cuál era ciudadano romano, disfrutó de una consistente formación teológica, filosófica, jurídica, etc. Estuvo presente en la lapidación de San Esteban, uno de los primeros martirios que se registran en el cristianismo, y además se ofreció además a vigilar los vestidos de los asesinos. Sin embargo, cuando es enviado a buscar y detener a los adeptos de Jesús en Damasco, camino a la ciudad fue deslumbrado por una misteriosa luz, arrojado a tierra y cegado. Según relata en sus propias cartas fue el mismo Jesús fue quién se le apareció, llamándole a predicar entre los gentiles, judíos no hebreos, su palabra en el año 36 d.C. Como hablaba hebreo, arameo, latín y griego, permite que el mensaje de Jesús cruce la frontera de su tierra originaria para darle una Universalidad y expansión insospechada, en múltiples sentidos.

De San Pedro, en el contexto de los evangelios, es posible realizar un perfil de su personalidad, como mencionamos anteriormente, pero también podemos destacar que en ellos que aparece siempre en primer lugar nominativo cuando se habla de los apóstoles y fue el primero a quién se le apareció resucitado. Así mismo, después de la resurrección es indicado como el jefe de la comunidad primitiva, precursor de la evangelización a los paganos para desaparecer con la persecución de Herodes Agripa en el año 43 d. c, luego de ser detenido y auxiliado por el Ángel del Señor. Con posterioridad reaparece en Jerusalén, en el Concilio Apostólico, en el año 48 -50  d.C (aprox) donde apoya las posturas de San Pablo en relación a la expansión del cristianismo a los gentiles y la vigencia de la ley de Moisés que ya había sido cuestionada por la propia cristología viva que nos legó Jesús.

En el año 58 d.C., tenemos noticias de la estancia de Pedro en Roma y su labor misionera que se sella cuando Jesús lo nombra como roca o Kefa(s) y esta, claramente por sus acciones no hace alusión a la fe inquebrantable de este discípulo o su fuerte carácter, este nombre nos está señalando su cometido de ser el nuevo ángulo para la construcción de la comunidad cristiana y que se ve apoyada por el rol que cumplió San Pablo, primero, al interior de la comunidad Judía como maestro de la ley y luego como vehículo de encuentro, transformación y conversión de los que no pertenecían a ella. Por ello, San Pedro recibe las llaves del reino del cielo pero no quiere decir que se transforme en su portero ya que su encargo consiste en administrar con esas llaves las puertas del cielo aquí en la tierra, por lo cual su tarea es vivir en esta tierra según las propuestas del cielo, al igual que lo hizo Jesús, para que sus puertas estén siempre abiertas. En este sentido su labor en mantener y enseñarnos esa Fe que vivió con Jesús aquí en la Tierra, mantener esa Cristología viva que aprendió con el Maestro y junto a la ayuda concreta de San Pablo, por su gran formación y conocimiento, dejarnos este legado de la manera más fiel a su principal involucrado, el propio Jesús,  que con las acciones que realizó en su vida en este plano, nos da muestras de su infinito amor y fidelidad al Padre.

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