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Ayer se celebró el domingo de ramos, conocido también como domingo de la cuaresma que  marca el inicio de la Semana Santa. La fecha de este se rige por el calendario lunar, por esto su fecha de celebración es variable posicionándose en el calendario el primer domingo después de la luna llena posterior al equinoccio de marzo.

La Semana Santa para el mundo católico representa la rememoración de la pasión, crucifixión, muerte y resurrección de Cristo,  pero más allá del significado, que es dado por la Iglesia católica, podemos referirnos a ella como un proceso alquímico de transmutación personal, por medio del cual cada día de esta semana es un paso adelante en el camino para lograr la supresión del ego,  el triunfo del espíritu sobre la materia.

Esta semana que se inicia con el simbolismo de la multitud que recibe a Jesús en Jerusalén, en una entrada  triunfante entre palmas y,  finaliza, con la resurrección, cuando el Jesús sobrepasa la dimensión de la materia, en la cuál habitamos,  dando muestra de la jurisdicción del espíritu, enseñándonos la trascendencia del yo.

Estos sucesos nos invitan  a mirar en nuestro propio proceso evolutivo espiritual, es una llamada a observar como va nuestro camino de ascensión y como está nuestra conciencia Crística en el momento en el cual vivimos.

En los días de la Semana Santa, contamos con una vibración energética especial y profunda, en consonancia con toda la naturaleza.  Es la más poderosa de toda la creación, especialmente  el Viernes Santo, a las tres de la tarde, cuando se libera y queda a disposición de cada uno de nosotros todo el caudal energético de nuestro Maestro Jesús, quién a su vez  representa al Cristo Cósmico.

Cuando en el mundo antiguo se veneraba al sol, cuando lo honraban, no aludían al sol físico, se le rendía reverencia al sol espiritual, al sol siempre presente, al Cristo Cósmico que coexiste y late en toda la sustancia y materia. Dicho de otra manera, Jesús nos viene a recordar que es  el fuego sagrado que habita en cada uno de nosotros, es quién le da potencia al mundo por eso la frase que corona su cruz I.N.R.I Ignis Natura Renovatur Integram que significa que el fuego renueva incesantemente la naturaleza y que ha sido presentada como “Este es Jesús, el rey de los judíos”. El Cristo es fuego, luz y amor.

Para poder hablar del Cristo vivo la vida de Jesús y, los acontecimientos que acompañan su historia,  no se desarrollan en tiempo pasado, suceden en el tiempo presente, que  es eterno en el aquí y ahora, porque la misión en esta vida es que Él nazca en nuestro corazón, así como lo hizo en Belén y, tal como se desarrolla su vida y muerte, esto debe también acontecer en nuestro interior para que nosotros despertemos la semilla crística, recordemos quiénes somos, cual es nuestro poder y Él se mantenga en consciencia vivo en nosotros

De esto se desprende que el  fuego sagrado que representa Jesús, es un nexo entre nuestra identidad física con la inherencia y la consustancialidad del Padre solar, quién con fuego sagrado o genio creador modifica la materia y transforma la energía cósmica universal. Este fuego inmaterial, trascendental o inmanente tiene la capacidad de purificar, transformar y crear realidades según la consciencia del logos solar y como éste se encuentre en nosotros.

¿Estamos preparados  para transitar esta semana de la mano de Jesús y su sabiduría? ¿Soy consciente de la semilla crística que habita en mí? ¿Estoy dispuesto a transitar el despertar de consciencia  en plenitud soltando todo lo que no me sirve para esta propuesta?

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