Hoy en nuestro acercamiento a las jerarquías celestiales, nos corresponde hablar de los Santos Arcángeles. Ellos también son conocidos como ángeles supralumínicos, la mayoría de las religiones identifica siete de ellos aunque en el islam son diez. Hablaremos, hoy, de ellos en general y en semanas posteriores dedicaremos un apartado a cada uno de ellos.
Algunos autores proponen que los arcángeles son los ángeles de mayor jerarquía, de un orden superior, todos sus nombres terminan en –el, que significa Dios. Son los mensajeros por excelencia, los que se reconocen como voceros celestiales. De los tres más conocidos Miguel, Gabriel y Rafael, tenemos referencias en los textos bíblicos y son reconocidos por todas las religiones de origen cristiano, los cuatro nombres restantes provienen de textos calificados de apócrifos y cada religión de origen cristiano les da diferentes nombres. Así los ortodoxos nos indican que sus nombres son Uriel (Sariel), Sealtiel, Barachiel, y Jehudiel, los anglicanos que son Uriel, Chamuel, Jofiel y Zadkiel, los coptos que son Uriel, Zedekiel, Seratiel y Ananiel. Y así sucesivamente aparecen en la lista el nombre de muchos de ellos como en el caso del libro de Enoc donde se mencionan a Uriel, Rafael, Raguel, Miguel, Sariel, Phanuel y Gabriel.
De la aparición de los tres que se identifican en los textos bíblicos reconocidos por los cristianos católicos podemos decir que gracias a los textos que mencionamos a continuación son los que permiten afirmar que son siete arcángeles. En el libro de Tobías, Rafael indica que es “uno de los siete ángeles que están delante de la gloria del Señor…” , por su parte San Juan, nos indica en el Apocalipsis que vio a “los siete ángeles que estaban delante de Dios….”
La iglesia católica celebra la fiesta de los Santos Arcángeles el día 29 de septiembre e identifica al arcángel Miguel, cuyo nombre se traduce en ¿Quién como Dios? , es el jefe de los ejércitos divinos y su imagen más común es reconocerlo por su armadura y espada. En cuanto a Gabriel, cuyo nombre significa “fortaleza de Dios”, sabemos que Él anunció a María la llegada de Jesús y se le representa comúnmente con una flor blanca (lirio) y es el patrón de los comunicadores. Por su parte Rafael, cuyo nombre en hebreo equivale a “Dios sana”, es conocido por su encuentro con Tobías, además de ser considerado el ángel de la sanación, de los viajes y que se le representa con un bastón y un pez.
Desde el punto de vista histórico el culto y devoción a los Arcángeles a tenido vaivenes entre el total fervor hasta la eterna prohibición. En el cristianismo primitivo existió un acuerdo de evadir la veneración de los ángeles por temor que las costumbres paganas presentes llevaran a caer en idolatría a quiénes se acercaban a ellos. En el año 756 , en el concilio de Letrán se permite solo el culto a los tres más conocidos, aunque la veneración a San Uriel continúa hasta avanzada la edad media, concretamente hasta el siglo XV en el cristianismo de occidente, manteniéndose su devoción, hasta la actualidad, en la iglesia ortodoxa. En cuanto a los arcángeles que encontramos en libros apócrifos, se encuentran en la edad media textos donde se explica el peligro que supone invocarlos, por temor al paganismo y a los gnósticos. Sin embargo, en la Europa del siglo XVI se había generalizado el culto a los siete arcángeles, prueba de ello es que aparecen en numerosas obras de arte a través de la iconografía y que se ve reforzado por la impresión en el año 1609, en la misma capital del cristianismo, del libro de oraciones de los siete príncipes de los ángeles que había visto la luz de la mano de Ángelo del Duca en el año 1594 y que comenzó a ser divulgado por peregrinos a todos los confines aunque el nombre de los cuatro, que se encuentran fuera de lo canónico, fueron casi eliminados por misión de la Inquisición.
En épocas más cercanas a la nuestra, en esta linealidad, en la cual muchos configuran el tiempo y el espacio, en el día 6 de junio del año 1992, el decreto “Carta del Día”, Litteris Diei, promulgó la ilegalidad “de usar los “nombres” adjudicados a algunos ángeles por las presuntas revelaciones privadas atribuidas a la Sra. Gabriele Bitterlich, ni enseñar, difundir o utilizar las teorías procedentes de esas presuntas revelaciones”. Así mismo, indica que no se puede indicar nada “…de sus nombres personales y de sus funciones particulares, fuera de lo que se encuentra directamente en la Sagrada Escritura; en consecuencia, está prohibida toda forma de consagración a los ángeles y cualquier otra práctica que no sean las costumbres del culto oficial.”
En esta misma línea en el año 2010, la Congregación de la Doctrina de la Fe, en una carta circular del 2 de octubre, a los Presidentes de las Conferencias Episcopales sobre la asociación Opus Angelorum indica que un grupo de miembros y otros expulsados de la asociación, no han cumplido con lo descrito en el párrafo precedente e invita a “vigilar tales actividades nocivas para la comunión eclesial, y a prohibirlas en caso de que tengan lugar en sus diócesis.
Fuera de este ambiente religioso, la creciente sensibilidad desarrollada por muchos de nosotros dada la apertura real de nuestro corazón, nos indica que siempre estamos ante la presencia de ellos, independiente de su nombre, es nuestra. Tarea abrir los ojos, sentirlos para ver y reconocer sus señales en nuestra vida y para establecer una perfecta y clara comunión con ellos. Lo único que vasta es creer en ellos, dejarnos llevar por su consejo a través de la intuición ya que están eternamente listos para ayudarnos, rodearnos y protegernos, ya que son mensajeros y siervos de Dios, dispuestos a manifestarse especialmente si se los indicamos en nuestro libre albedrío.
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