El bienestar es un proceso de construcción que se erige a través de movimientos o fases de desarrollo y crecimiento personal que guían al ser humano, en diferentes ámbitos, por medio del autoconocimiento, en consonancia con la naturaleza donde somos capaces de gozar lo que hacemos y vivimos. Por ello, la felicidad, que siempre es destacada o aparece en la categoría más alta de aspiración humana, no consiste en tenerlo todo o en no tener problemas ni dificultades, sino que es inherente a nosotros y por ello es posible conquistarla, es decir no está en el exterior. La felicidad se puede ir conquistando poco a poco, estando muy ligada a un proceso de crecimiento interior que conduce a la persona a ser cada vez más ella misma, desplegando todas sus potencialidades
Lo anterior está vinculado a la noción de crecimiento. Crecer implica reconocer nuestros dones y los límites que poseemos para desarrollarlos. Esto implica un proceso de reeducación para modificar las actitudes y configuraciones del actuar en el proceso del crecimiento personal que muchas veces requiere de una ayuda, de un ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO que permita a la persona ser consciente de sí misma y de lo que le dificulta para caminar poco a poco en la dirección de su propia realización y felicidad.
Ellis y Hernández plantean la metáfora de los lentes para observar la vida, de ello se desprende que Lo esencial es la actitud que toma la persona ante la vida y las circunstancias que se le presentan, cómo se percibe y valora a sí misma, cómo interpreta y valora su realidad y su vida, cuáles son sus creencias en torno a cómo vivir y relacionarse, y, también, qué capacidad tiene para disfrutar de la vida y de sí misma.
La persona se siente feliz cuando vive fiel a sí misma en cada momento, sin esperar el reconocimiento de los otros o el ajuste a los criterios sociales o familiares, viviendo en una actitud de escucha a quién es, y decidiendo de forma libre y responsable. No existe mayor satisfacción que la de sentirse uno mismo, actualizando todo lo que somos en el fondo y lo que nos “completa” al vivir, sintiéndonos en plenitud, incluso ante lo más simple, dejándonos fluir e impregnar de quienes somos y de lo que tenemos. En definitiva, sintiendo la satisfacción de ser quienes somos junto a los otros.
La felicidad también está asociada a la idea o noción de libertad que poseemos y cómo la experimentamos cotidianamente. Pensar, actuar y sentir conscientemente estas acciones, desde uno mismos y en otros, ayuda a depojarnos de las imposiciones del medio o del contexto (entorno), liberándonos del no ser y alzando nuestras alas a un vuelo que nos lleva al encuentro con la plenitud de quiénes somos, experimentando el flow donde el compromiso con una tarea , nos conduce a una satisfacción profunda con nosotros mismos porque nos hace ser y crecer en quiénes somos de verdad
En este sentido, y cómo veremos a continuación, el crecimiento personal es un proceso que implica autoconocimiento, aceptación, aprender a gestionar los problemas, apertura, sentimientos y responsabilidad.
Conocerse requiere un trabajo en profundidad, una mirada hacia el interior para descubrir quién soy de verdad, cuáles son mis cualidades y mis limitaciones. A medida que la persona se va conociendo y desplegando sus potencialidades, va adquiriendo una solidez interior que le permitir confiar en sí misma y “existir” con seguridad ante los otros, sin temor a defraudar o a no ser aceptada.
Por otro lado, muchos educadores no viven la alegría y no se sienten felices y satisfechos con ellos mismos y con su vida actual. Muchos educadores se sienten presionados, frustrados, agotados, exhaustos por la responsabilidad, el exceso de trabajo, la conflictividad en las aulas, las preocupaciones y los miedos. El colegio es muchas veces lugar de sufrimiento para profesores y alumnos. Para los unos, fuente de estrés y frustración; para los otros, ocasión de aburrimiento y desconexión con la vida. Con frecuencia, los colegios fomentan la competitividad, el rendimiento, la pasividad, el cumplimiento ciego de las normas y la obediencia, olvidando a veces que los alumnos son personas, con sus valores, capacidades, necesidades y límites. En este sentido no podemos quedarnos en la mera transmisión de contenidos, sino que es necesario ir más allá y trabajar para formar profesores y educadores/ terapeutas comprometidos, reflexivos, críticos, flexibles, tolerantes, emocionalmente sanos, entusiasmados, positivos y felices este sentido no podemos quedarnos en la mera transmisión de contenidos, sino que es necesario ir más allá. Por ello es necesario que a lo largo de sus procesos de formación inicial y permanente tomen conciencia de su misión, tomen conciencia de sus dones y éstos sean potenciados.
Lo anterior implica contemplar en los alumnos sus riquezas y posibilidades, que a veces no coinciden con lo que el educador espera. Es importante que se sienta satisfecho con sus avances, y reflejárselo; ayudarle a utilizar su inteligencia para que vea con claridad la realidad; a ejercitar su libertad y a tomar sus propias decisiones, acordes con su edad y posibilidades; acompañarle en la construcción de su voluntad, para poder llevar a cabo aquello que decida; y finalmente, contribuir a que construya una imagen realista de sí mismo, sin encerrarle en una visión idealizada, en lo que nosotros deseamos de él o en la etiqueta que le colocamos.
Se debe tomar conciencia de la importancia que tiene estimular al alumno a que exprese sus ideas y opiniones, o aquello que desea o le frustra, sin censurar ni reprimir, con una actitud de respeto y escucha; ayudarle a sentir y a expresar lo que siente, a canalizar sus emociones o, implemente, estar a su lado, acogiéndole. Finalmente es importante ayudarle a tener en cuenta su cuerpo y cuidarlo, así como a elaborar una imagen realista de sí mismo, sin etiquetarle ni encerrarle en lo que socialmente es valioso.
Es fundamental que los profesores comprendan la importancia de estimular al alumno a estar en contacto consigo mismo, para que vea lo que es positivo para él, lo que le construye, le deja en paz y a gusto o, por el contrario, le intranquiliza.
Y ayudarle a disfrutar, a vivir cada momento como algo especial, como algo único y valioso, a comprender lo que le va bien, aunque no sea lo que se valora en su ambiente y, finalmente, ayudarle a tener actitudes positivas hacia sí mismo y la vida.
Aquí se está planteando el valor de la educación para que las personas “aprendan a ser lo que son”
Referencias bibliográficas
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